Erradicando el temor


“Por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”.

MATEO 25:25


A la luz de la palabra de Dios existen dos tipos de temor. Un temor positivo y otro negativo. Por ejemplo: la Biblia nos dice en proverbios 1:7. Que el principio de la sabiduría es el TEMOR a Jehová. Este temor, del hebreo “Yirá” y nos dice que es: un sentimiento de respeto o reverencia. Este sentimiento proviene de Dios. Se refiere a la capacidad de reverenciarlo, es decir nos faculta para obedecer sus mandamientos, evitar la maldad y mantener una gratitud y reconocimiento de todos sus favores. El temor de Dios nos lleva a darle a Él, el primer lugar en nuestras vidas. Debemos valorar el temor de Dios pues el profeta Isaías nos dice en su libro, Isaías 33:6 “…..el temor de Jehová será vuestro tesoro”. 

Pero tenemos otro temor al cual nos referimos en esta reflexión, y tiene que ver con el miedo que paralizó a este siervo del cual nos habla el texto en mención. Dice la escritura, que él dijo: “por lo cual tuve miedo”. Este hombre se llenó de temor, se asustó. Su propio miedo lo paralizó y por consiguiente lo llevo a la desobediencia, porque no hizo lo que su Señor le ordenó hacer.

¿Cuántas veces nos ha pasado que por culpa del miedo nos hemos visto abocados a desobedecer al Señor? ¿Cuántas veces por culpa de ese temor maligno no hemos emprendido una tarea específica que Dios nos ha ordena? ¿Se ha visto paralizado por ese miedo? ¡Tengamos cuidado! No sea que estemos dejando de hacer la voluntad de Dios por causa de ese maligno miedo.

Ese miedo o temor que nos expresa el texto, viene del griego “Fobéo” que significa además: temblar, temor, tener miedo. Y nos dice que es una sensación no placentera y desagradable causada por un sentido de peligro. Repulsión a ciertas personas o situaciones sin una justificación aparente. Es un sentimiento que provoca huida. Esto es lo que hace ese sentimiento de temor y miedo, paralizarnos y ponernos en huida.

La palabra de Dios nos dice que cuando Dios le hablo a Adán después de haber pecado, las palabras de Adán fueron: “Y él respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”. Génesis 3:10.

Este siervo del cual nos habla la escritura, debió haber tenido más temor de no multiplicar el talento que su señor le dio, que de perderlo. No podemos permitir que el miedo nos impida hacer lo que Dios nos ordena. Pierda el miedo a evangelizar, ore por los enfermos, pierda el miedo a ayudar y servir a otros por temor a que le fallen. Recuerde: ¡Dios ha prometido estar con nosotros para siempre! La recompensa viene del Señor. Ya sea para elogiarnos por haber vencido el miedo o por habernos dejado vencer de él.

¡BENDICIONES!


Pr. Jhonny Montaño

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